Cuando reconozcas la vergüenza en ti y la gestiones, pasarás de creerte invulnerable a darte permiso para ser una persona sensible y realista en tu vida emocional.
Desde muy joven aprendí a ser autosuficiente y también me hice adicta a una emoción muy destructiva que se llama vergüenza.
La vergüenza implica miedo, mucho miedo, culpabilidad y desconexión de mí misma. Me culpo a mí y me desconecto para no sentir el dolor. Por esto es tan importante conocer la vergüenza y desenmascararla.
El miedo encubierto por una máscara de fortaleza era mi eterno acompañante. Mi cuerpo vivía en estrés, en tensión; mi colon era irritable; los dolores de cabeza aparecían cada vez que tenía que confrontar a personas o situaciones que yo no podía controlar y me sentía culpable.
La vergüenza nos indica que algo está mal con nosotros y nos hace sentir que no podemos alcanzar lo que queremos, que no estamos suficientemente capacitados, así que para disfrazar ese mensaje y que nadie se diera cuenta de cómo me sentía, me vestí de perfeccionista y autosuficiente.
Me dije a mí misma: Nadie nunca sabrá que me siento insuficiente, voy a aparentar que sí puedo, que soy perfecta y que valgo más que muchos, aunque me sentía inválida, incapaz.
Creía que era mi obligación demostrar que era fuerte y poderosa, que todo lo podía en mi propia fuerza y sola, sin la ayuda de nadie.
Para mí, ser vulnerable era la muerte. Pensar en necesitar ayuda, jamás. Yo podía sola y pedir ayuda era humillante. Me creía fuerte al ser invulnerable. Sencillamente aprendí a desconectarme de mis emociones y las congelé.
Solo el miedo aparecía como una sensación en mi interior y, cuando lo sentía, me congelaba, pero realmente no podía ponerle nombre. Mis pies se ponían helados, ese era el síntoma físico que podía reconocer.
El mensaje interior de la sensación era: No te expongas. Que nadie sepa quién eres realmente. Si te expones sabrán que no eres tan buena como aparentas.
Créanme que me esforzaba porque todos supieran lo buena que yo era y eso me agotaba. No tenía idea de lo que significaba llorar, así que cuando quería llorar, en lugar de hacerlo, estornudaba.
Lo que no podía comprender era por qué mi cuerpo se sentía tan cansado, agotado, muy temprano en la mañana, a pesar de mi juventud y la energía con la que se cuenta, yo ya estaba muy cansada. Al despertar sentía agotamiento.
Hice algunas terapias y cursos en Venezuela, pero el gran detonante de todos mis miedos fue salir de mi país y dejar en mi tierra mis seguridades construidas sobre la arena movediza. Las inseguridades, consecuencias de mis miedos, pasaron a tener el control de mi vida.
Recorrí caminos espirituales y encontré paz temporal. Al detonarse mis miedos, en lo posible, los disimulaba. No fue posible mejorar mi necesidad de controlar, que es una consecuencia directa del miedo.
En el año 2014 conocí la codependencia. Luego de esto, fui creciendo, poco a poco. A medida que entendía cómo se manifestaba en mí, comencé también a trabajar con mi niña interior, a conocerme, a observarme, a sentir mis sensaciones y emociones, comencé a confrontarme y a usar las herramientas que iba aprendiendo en cada situación. Aprendí a nutrirme y a maternarme.
Cuando aprendí a maternarme, a nutrir a esa niña interior que se sentía asustada y desprotegida, definitivamente comencé a madurar.
Al darme cuenta de la recuperación de mi energía interior y de la fortaleza que me daba conocerme y cuidarme, decidí estudiar en el Healing Our Core Issues Institut, aquí en Ohio, y desde entonces no he parado de hacer cursos y especializarme en la sanación del dolor del alma (como yo lo llamo).
Al conocerme y entenderme el miedo menguó. El aparece cuando un estímulo lo detona, mas ya no soy esclava del temor, lo conozco y me nutro, me materno y se desvanece.
Cuando te das cuenta de lo que te pasa interiormente y haces algo por ti, el miedo desaparece. Cuando sabes quién eres, el miedo ya no tiene lugar en tu vida. Aquí es donde el trabajo espiritual tiene una gran importancia. La fe en que eres mucho más que este cuerpo perecedero es muy importante.
Ahora reconozco la voz del miedo y definitivamente vivo desde el amor, por Dios, por mí y por ti. Consciente de mis zonas erróneas, trabajándolas desde mi propia aceptación.
Trato este tema y muchos mas en mi Libro: AUTOESTIMA. BUSQUEDA INTERIOR. Claves para descubrirla.
Marisbelia Tomodo.
Autora del libro «Autoestima. Búsqueda Interior».
0 comentarios