Como sabemos la autoestima es un sentido de satisfacción interior que viene de reconocer y apreciar nuestro propio valor, amándonos a nosotros mismos. Es el hecho de aceptarnos en el reconocimiento de nuestros errores, sin creer que somos un error. Saber que no soy el error que cometo, aceptando la humanidad en mí, decidiendo crecer en el presente. Es esencial para el bienestar espiritual y psicológico y por ello hay que cambiar ciertos hábitos del pensamiento y de las acciones para sanarla y elevarla.
Sin una autoestima sana la vida es muy dolorosa. No se satisfacen todas las necesidades, y a veces ni sabemos cuáles son nuestras propias necesidades y sin ella no logramos desarrollar nuestro potencial. La baja autoestima o autoestima insana es tener un concepto negativo de sí mismo, la clave para mejorarla es cambiar el modo en que entiendes e interpretas tu vida. Al alcanzar una autoestima sana podemos tener una estabilidad emocional equilibrada, podemos obtener mayores logros, sabiéndonos valorados y apreciados desde nuestro interior.
Hoy me quiero expresar acerca de la importancia de valorarnos y apreciarnos.
Una de las características de las necesidades básicas del niño, es la necesidad que tiene de saberse valorado y de saberse apreciado. Cuando el niño no desarrolla esa apreciación y esa valoración internamente, se desarrolla una autoestima externa.
La autoestima externa es la autoestima que se desarrolla en base a lo que tienes, por logros alcanzados, por la apariencia personal. Esta autoestima se desarrolla en el niño por un cariño condicionado. Por ejemplo, el padre hace sentir valiosa a la niña solo cuando está bien vestida y arreglada. De esta forma se desarrolla la autoestima para satisfacer las expectativas de los progenitores, maestros o de las figuras de autoridad.
En otros casos, los niños pueden sentirse valorados por las calificaciones que logran en la escuela y los padres se sienten muy satisfechos y condicionan el cariño a través del desempeño escolar del niño. El niño se puede sentir valorado y apreciado cuando trae buenas calificaciones a casa, pero cuando esto no sucede se genera un problema interiormente. En este punto me gustaría compartir con ustedes una experiencia personal, cuando yo era niña era difícil para mí obtener buenas calificaciones en la escuela, sin embargo era muy buena en ballet, mi mamá me llevaba a clases porque yo lo disfrutaba mucho, sin embargo sus expectativas sobre mi desempeño se vinculaban más al mundo escolar y no tanto al artístico.
Mis talentos eran kinestésicos (que hoy se sabe es un tipo de inteligencia) y para mí era difícil manejar la situación porque veía que ella no se mostraba complacida, así obtuviera excelentes notas cada final de año. Mi percepción era que yo no era valiosa, lo tomaba personal, como no era importante el ballet para mi mamá creí que yo no era importante para ella. Es normal que los niños lo tomen esta forma porque no saben cómo manejar esta situación, y al no percibir valoración no se sienten suficientemente buenos.
Por las notas de la escuela (que era lo importante en mi casa), yo no recibiría valoración, mis calificaciones eran medias y en matemáticas y gramática eran bastante bajas, por no decir terriblemente bajas. En cambió mi hermano era muy bueno y su inteligencia era un desafío para mí, así que mi percepción era: “Yo no soy inteligente, yo no valgo”, lo que trajo como consecuencia falta de aprecio, falta de respeto hacia mí misma.
El factor comparación también fue relevante para mí. La carencia de auto-valoración porque yo no soy como otro. El niño aprende a compararse, y se pone a sí mismo estándares que, por ser un ser único y con cualidades únicas, muchas veces no puede alcanzar por el simple hecho de ser diferentes. Nunca podremos ser como otros. Somos únicos e incomparables. Por esta razón puede desarrollarse una ansiedad interna, por no poder lograr ser como el otro. Ansiedad que personalmente aprendí a esconder y que se manifestó en mi edad adulta, al encontrarme en situaciones de competencia que generalmente nos disparan nuestros miedos al creer que no somos suficientes.
Como consecuencia de no haber desarrollado una autoestima sana que viene de adentro hacia afuera, el niño aprende a desarrollar la autoestima exterior, que es una autoestima insana, porque está basada en los logros, en la apariencia exterior, está basada en lo que se tiene en lugar de lo que se es.
Con ella viene la necesidad de aprobación de los demás, fundadas en la carencia una auto-valoración personal. Yo crecí anhelando recibir valoración externa, si los demás no me aprobaban o me criticaban yo me sentía desvalorizada, con tendencia a deprimirme, a sentirme avergonzada por el mensaje: “No soy suficiente”. Tan solo una opinión diferente a la mía, ya me disparaba las ansiedades y me ponía a la defensiva, pero esto era un mecanismo de defensa porque lo percibía como un ataque.
Lo contrario ocurre en la autoestima sana, el niño sabe que es apreciado, valorado, se siente satisfecho porque interiormente sabe que es apreciado, sabe que tiene un valor interno e incondicional.
¿Cómo podemos mejorar esta situación?
Hoy en día tenemos el beneficio de internet donde conseguimos mucha ayuda accesible a la mano y libros sobre el tema, como siempre recomiendo a Pia Mellody y su libro La Codependencia, donde se desarrolla muy bien el tema de las necesidades básicas infantiles. Muchos padres nos esmeramos en buscar información y en cultivar que el niño sepa que es precioso.
Al estudiar este tema por la necesidad de entenderme y de sentirme mejor conmigo misma, me he enfocado en valorarme y en apreciarme internamente por lo que yo soy incondicionalmente, conociéndome, entendiendo dónde se origina mi falta de autoestima y teniendo compasión con mis progenitores y figuras de autoridad cuando era niña, teniendo compasión conmigo misma, decidiendo aceptarme total y absolutamente con mis lados de luz y mis lados obscuros, entendiendo y aceptando que soy un ser humano único que cometió, comete y cometerá errores, y eso está bien.
Me ha ayudado mucho creer que he sido formada por una mano superior que me ama y que me guía, no estoy sola, dependo de un Poder Superior. Decirme a mi misma que yo soy importante, nutrirme en el presente afirmándome a mi misma lo valiosa que soy creyendo y cultivando en mí la creencia de que yo tengo un valor intrínseco por el solo hecho de que soy un ser humano, por el solo hecho de que estoy aquí, por el solo hecho de que estoy viva. Por el solo hecho de creer en la perfección de Dios mi creador en mí.
Aprender a apreciarme y apreciar a la gente que me rodea, aprender a apreciar a mi esposo, aprender a fijarme en las cosas buenas de la gente que está a mí alrededor, aprender a repotenciar al otro en lugar de buscarle defectos.
Es bastante común que las personas que somos dependientes emocionales tengamos una mente crítica, recordemos el capítulo anterior donde les explico las diferentes tendencias de la mente, ya sea la mente crítica o la mente de víctima. Es bastante común que el dependiente emocional desarrolle una mentalidad crítica, una mentalidad de insatisfacción, una mentalidad de frustración, hay una tendencia a ver lo negativo en los demás. Así que será un propósito aprender a cambiar nuestra tendencia y comenzar a valorarnos, primero a nosotros mismos, así como también a nuestro prójimo como consecuencia directa de amarnos y aceptarnos. Aprendamos a valorar las circunstancias que la vida nos plantea, valorar la vida, valorar la naturaleza, disfrutar es un propósito de vida, valorar y apreciar es un propósito, valorar lo que tenemos, darnos cuenta de lo valioso que es todo lo que nos rodea y lo importante que es vivir desde el amor, apreciando a la pareja, en lugar de enfocarnos en buscarle defectos, debemos enfocarnos en sus valores y virtudes como seres humanos valiosos, enfocándonos en lo bueno, lo puro, lo bello, lo verdadero, agradeciendo porque forman parte de nuestras vidas.
Propongámonos detenernos tan pronto nos damos cuenta que estamos juzgándonos o juzgando a otros. Esto es sumamente difícil, por no decir imposible para mí en mis propias fuerzas, y es aquí donde pido ayuda a un ser superior, a Dios, a mi dulce Espíritu de Dios que vive en mí, para así poder reenfocarnos en lo positivo, en lo que ayuda, en lo que es amor y aceptación, siempre comenzando conmigo misma.
Darnos permiso y aprender a ver lo bueno en nosotros mismos, repotenciándonos en lugar de auto flagelarnos con la autocrítica. Al reconocer la carencia podemos nutrirnos y decirnos a nosotros mismos lo que quizás no pudimos escuchar de nuestros cuidadores. Nunca es tarde. Nuestro niño interior está ansioso y esperando escucharnos.
Yo los animo a que nos valoremos y que nos apreciemos de adentro hacia afuera. Respetándonos.
Cuidar nuestra apariencia personal es excelente, tener buenos vehículos, tener una buena casa, esforzarnos trabajando para tener más y avanzar en la vida, trabajar por lo mejor, esperar lo mejor de nuestros hijos y esperar que den lo mejor de ellos, es bueno, eso es maravilloso, y si podemos lograrlo ¡qué bueno! Lo importante es estar conscientes de que no valemos por lo que hacemos, no valemos por lo que hemos alcanzado en esta vida en el plano material. Vivir desde la certeza de que valemos porque somos humanos, valemos porque estamos vivos, valemos porque tenemos una oportunidad que no la podemos desperdiciar. Apreciar la oportunidad de la vida, apreciarnos a nosotros mismos y apreciar a los demás.
Reprogramarnos para amarnos.
Marisbelia Tomodo.
Autora del libro «Autoestima. Búsqueda Interior».
0 comentarios